Es una prueba de imagen –parecida a las radiografías, tomografía computarizada, resonancia magnética…–, que resulta de gran ayuda para diagnosticar ciertas enfermedades, principalmente algunas patologías del aparato endocrinológico, óseo, respiratorio y renal, aunque se puede utilizar casi en cualquier órgano del cuerpo humano.
Para su realización es necesaria la administración de un radiofármaco que señala las partes afectadas de los órganos que queremos estudiar. Un radiofármaco consiste en una molécula con capacidad de acoplarse a células y proteínas específicas. Las células pueden ser inflamatorias (señalan infección o procesos inmunológicos), cancerígenas (detectan tumores), sanguíneas (dibujan el riego sanguíneo) o de cualquier otro tipo. Cada radiofármaco por lo tanto tiene un papel concreto y es diferente para cada órgano y sospecha diagnóstica.